LA INDUSTRIA 4.0 Y EL FUTURO DE LAS EMPRESAS
5 de agosto de 2021
La innovación tecnológica y los nuevos modos de hacer las cosas ponen jaque los viejos paradigmas de producción, tanto su dimensión estratégica como en su nivel práctico-tecnológico. La llamada cuarta revolución industrial trae nuevas tendencias y modelos de negocios que permiten a las empresas analizarse dentro de esos nuevos paradigmas productivos. Pensar los impactos y consecuencias y aprovechar los beneficios es una tarea clave de los empresarios hoy en día: ¿qué dirección debe tomar tu empresa?
Por Raquel Ariza, especialista en diseño, innovación e industria 4.0 vinculada a la economía circular; investigadora y docente de FADU, UBA y de la Universidad Austral; y directora del EcodAl en la Argentina. Fue directora técnica de industria 4.0 en el INTI, responsable del programa de diseño para la innovación; creadora y directora del Centro de diseño industrial INTI; y directora de numerosos proyectos vinculados a la gestión de diseño, sustentabilidad, usabilidad, ergonomía, impresión 3D e industria 4.0.
El contenido presentado en esta nota está apoyado en un trabajo realizado en conjunto entre el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y la Asociación de Fabricantes y Representantes de Máquinas, Equipos y Herramientas para la Industria Maderera (ASORA).
¿Qué es la industria 4.0?
La cuarta revolución industrial se plantea como un nuevo paradigma acuñado en Alemania como Industrie 4.0 y luego propagado en el resto del mundo con diversos enfoques y posturas. La incorporación de tecnología en la industria sucedió durante las dos primeras revoluciones industriales, mientras que en la tercera se sumaron los sistemas computarizados y la automatización. Entonces, si no se trata de tecnología, computación o automatización, ¿qué define a la Industria 4.0?
La integración, la base de la cuarta revolución industrial
La cuarta revolución industrial, si bien se sustenta en la digitalización y en las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías o tecnologías emergentes, se basa en la integración. En lugar de optimizar los procesos de manera individual, propone una interacción entre todas las áreas de la empresa y con toda su cadena de valor. Esto implica un constante diálogo entre productores, proveedores y clientes, para agregar valor en todos los puntos del proceso.
¿Para quiénes es la industria 4.0?
Los “digitalizados” tienen el desafío de la integración y los “no-digitalizados” tienen la ventaja de arrancar de cero.
Cualquier empresa, sin depender de su tamaño (ya sean micro, pequeñas, medianas o grandes), podrían transitar el camino hacia la Industria 4.0 siempre que estén abiertas a incorporar nuevos enfoques y predispuestas a la digitalización. Para esto es clave tener los procesos ordenados, entender a qué necesidad responde mi oferta, cuál es mi ecosistema y cómo se podrían optimizar los flujos de información de mi empresa. Antes de digitalizar, hay que organizar.
En la Argentina, muchas empresas no alcanzaron la tercera revolución industrial. Esto, lejos de tratarse de un obstáculo, se convierte en una oportunidad. A diferencia de las grandes organizaciones “digitalizadas”, que hoy tienen el desafío de integrar todos sus sistemas y adaptar sus protocolos para satisfacer nuevas necesidades, las empresas más tradicionales “no-digitalizadas” pueden hacer el famoso salto de rana, implementando la automatización y la digitalización contemplando la integración desde el comienzo.
Otra consideración relevante es que a diferencia de las revoluciones industriales predecesoras, este nuevo paradigma no implica realizar grandes inversiones para quien se quiera sumar. Actualmente muchas de las tecnologías que se pueden incorporar en las empresas ya se encuentran en uso por la sociedad por lo cual resultan más económicas y más fácil de implementar. Algunos ejemplos de ello son el uso de redes sociales como Facebook o Instagram para la promoción de productos; el uso de WhatsApp o Zoom para comunicarse con clientes y proveedores; la sensorización de equipos utilizando placas Arduino o el uso de drones de bajo costo para el control de cultivos. Comenzar con estos “prototipos económicos” permite entender sus beneficios e implicaciones, para luego poder migrar a soluciones más robustas.
Sugerencias para acercarse al objetivo
Utilizar el pensamiento de diseño (Design Thinking)
El pensamiento de diseño, o Design Thinking, es un excelente articulador entre el problema y la solución. Esta metodología propone comprender al usuario e identificar su necesidad, e invita a pensar cuál es el “ecosistema” de la empresa, contemplando no solo a clientes, sino también a proveedores, competidores y socios estratégicos (actuales y potenciales).
Trazar la información
Identificar la información clave para el negocio y cómo fluye dentro y fuera de la empresa: dónde se generan los datos relevantes, dónde se almacenan, quién los maneja, etc. Éstos serán los procesos en los que es debido hacer foco para digitalizar. Si se trata de información sensible y es importante garantizar su integridad e inalterabilidad, es recomendable evaluar la tecnología Blockchain (https://bfa.ar).
Digitalizar gradualmente
No dejarse abrumar por las últimas tecnologías y los casos de éxito de grandes empresas. Es posible comenzar a digitalizarse con poco presupuesto, utilizando con inteligencia las “tecnologías impulsadas por la sociedad”. Lo ideal es comenzar por pequeños logros en procesos clave. De esta manera, toda la empresa se sentirá más cómoda con la transformación digital y será posible reformular la estrategia sin haber hecho grandes inversiones.
Asignar un agente de cambio digital
Así como el área de producción de una empresa debe gestionar distintas tareas para cumplir con sus objetivos, la transformación digital debe tener sus propias tareas, plazos, presupuesto y personal asignados. Un “agente de cambio digital” será un actor clave para este proceso. Esta persona no es un especialista en informática, robótica, automatización o impresión 3D, sino más bien un apasionado en todas ellas; alguien que tenga la capacidad de planificar e implementar distintos tipos de proyectos tecnológicos con una mirada holística, que pueda vincularse con distintos especialistas particulares, y sobre todo, que pueda traccionar al resto de la empresa para que se sumen a la digitalización.
Una nueva mirada: de productos a servicios y luego a sistemas
La concepción de lo actualmente llamado “propuesta de valor”, es decir lo que una empresa ofrece a su cliente a cambio de algún tipo de retribución, fue cambiando a través del tiempo debido a distintos acontecimientos sociales y cambios en los estilos de vida.
El concepto de “producto”, que contempla lo producido como resultado de un trabajo u operación, tuvo validez durante un tiempo en que las necesidades a satisfacer eran numerosas y, si se quiere, bastante básicas: la sociedad expresa una demanda y las empresas proponen una oferta. La particularidad de esta solución era que su éxito dependía de la concordancia entre la oferta existente y los deseos del consumidor; es una relación lineal unívoca en la cual el cliente juega un papel muy pasivo, sin poder influir demasiado en las características de la oferta, las cuales se determinan en base a variables que pueden ser organizacionales, tecnológicas, productivas o simplemente comerciales. La conocida frase de Henry Ford “un cliente puede elegir el auto del color que quiera, siempre y cuando sea negro”, ejemplifica esta concepción.
Soluciones en reemplazo de los productos
Con el pasar del tiempo, la sociedad se fue complejizando y los métodos de producción, enmarcados en diversos acontecimientos socioeconómicos, generaron una inundación de productos en el mercado. En ese momento, captar la atención de la demanda era particularmente difícil y la evolución del concepto de producto a producto ampliado, fue la manera de conseguirlo. Este comportamiento, que consideraba un poco más los deseos del consumidor ofreciéndole productos personalizados y servicios asociados como forma de extender la relación comercial, en un intento de fidelizar al cliente, se vio materializado desde manuales y garantías, servicios postventa y preventa, hasta instrumentos de financiación que facilitaban la toma de decisión ante la elección y compra del producto.
Esta oferta enfocada en las necesidades de los usuarios, evolucionó hasta el punto de llegar a “desmaterializar” los productos, vendiendo la solución al problema en lugar del medio por el cual se soluciona. Un ejemplo de esto es el alquiler de vehículos o de herramientas.
Industria 4.0
A partir del auge de la digitalización en la sociedad se produjeron importantes cambios socio-tecnológicos que exigen una respuesta por parte de la industria. Si bien un concepto que define a la Cuarta Revolución Industrial es la conectividad, esta no solo debe contem-plar la comunicación entre componentes tecnológicos, sino también la vinculación entre los distintos actores que conforman su ecosistema: instituciones, empresas
y organizaciones que, al trabajar colaborativamente, permiten la creación de nuevos modelos de negocios. En este nuevo paradigma, el concepto tradicional de cadena de valor es reemplazado por la idea de “socios estratégicos” que conforman redes globales de valor.
En el contexto de una sociedad conectada que propicia la evolución de la inteligencia colectiva, la denominada cuarta revolución industrial se diferencia de sus predecesoras al dirigir su impulso desde la sociedad hacia la industria y no de forma inversa como en cada revolución industrial anterior. Repensar la producción en relaciones colaborativas y en redes puede potenciar la innovación y los procesos creativos así como también implica una nueva manera de concebir a “las relaciones de poder, la economía y las oportunidades para resolver problemas” (Fressoli et al., 2018). Un ejemplo de las tecnologías impulsadas por la sociedad son las videollamadas, que se popularizaron como medio de comunicación entre familiares y amigos lejanos y actualmente están incorporadas en muchas fábricas para contactarse con un servicio técnico remoto o para realizar asistencias posventa más eficientes.
El doble anillo de la industria 4.0
Según el modelo de Doble anillo de la Industria 4.0, las tecnologías están en el centro: disponibles y accesibles. Y ese anillo tecnológico se encuentra rodeado por otro que contiene los factores estratégicos, los cuales representan un elemento clave para pensar el para qué.
Este Anillo estratégico nos invita a pensar, por ejemplo: ¿cuál es la estrategia que debemos tomar para mejorar nuestra oferta de productos? ¿Cómo logramos una verdadera evolución de nuestra propuesta de valor? Si pudiéramos analizar exhaustivamente cuál es la necesidad concreta que pretende satisfacer nuestra oferta, probablemente llegaríamos a la conclusión de que la respuesta a esa necesidad no es solamente un producto. Consideremos el transporte: la necesidad es trasladar algo del lugar A al B, podemos cuestionar si la única solución es adquirir un automóvil y si es la más efectiva ¿hay otras opciones que no impliquen adquirir un bien? ¿Existen otros actores que puedan beneficiarse de esta necesidad? Éstas son las preguntas que se están haciendo las compañías de transporte en todo el mundo y ya se pueden apreciar las alternativas en las calles; desde el alquiler de bicicletas y monopatines hasta aplicaciones que mejoran la experiencia del traslado en automóvil privado. Llegar a estas soluciones implica primero un cambio conceptual, una manera distinta de abordar el problema, que luego puede ser implementado con la ayuda de las nuevas tecnologías.
A este nivel estratégico, con factores clave para generar el contexto adecuado, le sigue otro nivel práctico-tecnológico, compuesto por las tecnologías que habilitan el desarrollo industrial innovador, llamado Anillo tecnológico. Juntos, estos niveles conforman la visión del ecosistema 4.0, llamada Doble anillo.
El doble anillo y sus factores estratégicos
El en gráfico de referencia se pueden observar los factores estratégicos: la evolución, desde un enfoque de economía lineal a un modelo de economía circular (que entiende a los productos y servicios desde el análisis del ciclo de vida de forma sistémica); el factor humano, que plantea pensar soluciones centradas en las necesidades de las personas y a la vez en recursos humanos que se adapten a los nuevos puestos de trabajo; las regulaciones y normativas, que deben repensarse para garantizar la seguridad y la calidad y también para habilitar nuevas oportunidades; las políticas públicas, que deberán ser acordes para fomentar su desarrollo en forma estratégica; y el pensamiento de diseño (Design Thinking), como metodología clave para propiciar una cultura empresarial innovadora que permita generar nuevas oportunidades de negocio, con enfoques que no solo sean sustentables económicamente, sino que también beneficien la calidad de vida de las personas, agregando valor genuino a los bienes y servicios.
Estos factores estratégicos nos permiten analizar a las tecnologías como facilitadoras y no como soluciones mágicas y aisladas. En este sentido, en un segundo nivel coexiste un conjunto de habilitadores tecnológicos los cuales conforman el ya mencionado nivel Práctico-tecnológico.
Esta visión estratégica, holística e interconectada posibilita la optimización de procesos y la creación de nuevos productos y sistemas, bajo el paraguas de los nuevos paradigmas industriales y socioeconómicos, utilizando nuevas tecnologías para migrar desde una perspectiva de procesos industriales hacia un panorama de ecosistemas ágiles, eficientes, flexibles y personalizados.